“El hecho de que hayamos venido a Asís desde todos los rincones del mundo es en sí mismo un signo de ese camino común que la humanidad debe recorrer. O aprendemos a caminar juntos en paz y armonía o quedamos a la deriva y nos arruinamos y arruinamos a los demás. Esperamos que este peregrinaje a Asís nos haya enseñado a reconocer el origen común y el destino común de la humanidad.

Ojalá veamos por adelantado lo que Dios desearía que fuera la historia de la humanidad: un viaje fraternal en el que nos acompañemos unos a otros hacia el objetivo trascendental que ha preparado para nosotros.

Hemos descubierto que las cosas que nos unen son más importantes que las que nos separan. Hemos encontrado que tenemos en común: la certeza de una unidad fundamental de la familia humana; de la igualdad y la dignidad de todos los hombres; el sentimiento de intangibilidad de cada uno y de su conciencia; el sentimiento del valor de la comunidad humana; la conciencia de que el poder no es un derecho; de que el poder humano no puede bastarse a sí mismo y que no es absoluto; la fe en que el amor, la piedad, la abnegación y la fuerza del espíritu y la sinceridad tienen un peso mayor que el odio, la hostilidad y el egoísmo; el sentimiento de la necesidad de comprometerse del lado de los pobres y de los oprimidos en la lucha contra los ricos y los opresores; la profunda esperanza de que la buena voluntad termina triunfando”.