«El peor peligro que acecha al matrimonio es éste: que seamos fieles a una promesa y que esta fidelidad nos exima de ser fieles a un amor. El hombre voluble, que actúa a impulso de sus instintos, con su afán de ganancias inmediatas, no es creativo, no crea un campo de juego a través de los diversos instantes de la vida; queda preso de cada estímulo placentero. El H fiel y leal, no se aferra a lo prometido por terquedad, por afirmar su propia voluntad y ser hombre de palabra. Se adhiere a lo prometido con tanta mayor firmeza cuanto más alto es su valor. La promesa se cumple a lo largo del tiempo en virtud de la calidad de lo prometido.
Prometer es una actividad propia del hombre, pues sólo él es capaz de proyectar el futuro. Promete hoy para cumplir en adelante, en momentos en los que puede tener sentimientos distintos a los actuales. El acto de prometer implica soberanía de espíritu, capacidad de sobrevolar el tiempo y el espacio y actuar con independencia de los cambios que uno pueda experimentar. La unidad matrimonial, por ejemplo no se produce, (los objetos se producen) se va creando en cada uno de los momentos de la vida. Ser fiel es realizar esta labor creadora, no se reduce a aguantar.»